Fotografiando con las Lumix

Caso de estudio

Caso de estudio: Fotografiando con las Lumix.

10 d'abril de 2018 FOTOGRAFÍA

Lo de llevar siempre una cámara conmigo es una costumbre desde que empecé con esto de la fotografía. Cargar siempre con una réflex no era práctico y, por tanto, durante mis años analógicos, mi pequeña compañera fue el primer modelo de la  Olympus μ [MJU:], más conocida como Olympus Micra, una compacta que solía llevar cargada con película diapositiva de 35 mm. En aquella época (principios y mediados de los 90) la diferencia en cuanto a funcionalidad y calidad de imagen entre una cámara compacta de este tipo y una cámara réflex de 35 mm era bastante evidente. Por mucho empeño que le pusieras, las ópticas y el mecanismo de captura de una cámara réflex (SLR, Single Lens Reflex) no tenía competencia, y los soportes de ‘impresión’ eran los mismos para todo, con independencia de la cámara utilizada: película y papel químico, por tanto, poco podías hacer para mejorar el resultado de la copia final tras un disparo fallido o una exposición automática errónea. Aun así, la falta de definición o nitidez en la imagen, o los errores de exposición podían tener su encanto, y el grano de una película era algo con lo que convivíamos de la manera más natural. De hecho, durante algún tiempo alterné la Olympus con otra cámara ‘de bolsillo’, una Lomo LC-A, cuyos resultados aun podían ser más sorpresivos, teniendo en cuenta las largas exposiciones que podía llegar a realizar, de manera totalmente automática, una vez presionado el botón del obturador, tras lo cuál nunca sabías cuando iba a cerrarse el mecanismo. Os recuerdo que por aquella época no disponíamos de la inmediatez de poder ver el resultado al momento en una pantalla-visor y no era muy corriente encontrarse en una cámara compacta mecanismos de control de disparo y exposición en manual, algo que hoy en día disponen la gran mayoría de cámaras compactas digitales de gama media-alta. Lo de la Lomo, y la moda fotográfica que desencadenó en su momento, la lomografía, ya era otro cantar, y el hecho de utilizar una cámara tan imprecisa se debía más a la experimentación visual y a las expectativas ante unos resultados finales totalmente inciertos, que al mero hecho de capturar imágenes más o menos cercanas a la realidad, con más o menos control del proceso.

 

Lomo

Fotografías realizadas con la Lomo LC-A

 

En 2006, ya abandonado lo analógico y metido de lleno en la era digital, me hice por primera vez con una pequeña compacta Panasonic, de la serie Lumix, con la idea de seguir llevando una cámara conmigo que pudiera caber sin problemas, en el bolso o en la bandolera, sin ocupar mucho espacio. El modelo en cuestión era la Lumix FX01 y a pesar de no disponer todavía de un sistema 100% manual, si me permitía anular ciertas funciones automáticas y tener un poco más de control en la captura de la imagen cumpliendo su función de cámara compacta semiautomática de bolsillo, sin más exigencias por mi parte. Pero reconozco que algunos aspectos de aquel modelo me cautivaron, como por ejemplo el tamaño de la máquina, francamente pequeña, y el hecho de que una marca como Panasonic estuviera cargando pequeñas ópticas Leica (nada menos) en sus diminutos objetivos, con una luminosidad f/2.8 y una calidad de imagen y un rango tonal y cromático nada despreciable a pesar de no grabar, todavía, los archivos en formato RAW, siempre que no sometieras a las fotografías tomadas a un proceso de postproducción excesivo que pusiera en evidencia todas las deficiencias de trabajar con un JPG como archivo origen. 

 

Lumix FX01

Fotografías realizadas con la Panasonic Lumix FX01

 

Pero fue en 2011, con la compra de la Panasonic Lumix LX5, equipada ya con formato de grabación RAW y control de cámara totalmente manual, incluso en el enfoque, cuando me enamoré por completo de esta gama de compactas. La LX5 montaba un sensor CCD de 1/1.63” pulgadas y 10 megapíxeles y un objetivo Leica, con una luminosidad f/2.0 en posición angular y capacidad macro a 1 cm real.

Con la LX5 dejé de considerar a estas compactas como meras cámaras secundarias y se convirtió, en muchas ocasiones, en la opción principal, incluso en proyectos profesionales. De hecho, gran parte del material fotográfico de Cuadraturas Mínimas está realizado con esta cámara, y la portada de un proyecto tan emblemático para mi, como fue La Màquina del Temps, está tomada con la misma, aprovechando sus pequeñas dimensiones y la función macro, que me permitió penetrar, prácticamente hasta los engranajes de la antigua máquina de escribir Hispano Olivetti que usé como imagen principal, y además sincronizando la cámara, sin ningún problema, al sistema de disparo inalámbrico de mis flashes de estudio.

 

Lumix LX5

Fotografías realizadas con la Panasonic Lumix LX5

 

Maquina temps

La Màquina del Temps

 

La semana pasada estuve unos días en Cuenca y ya prescindí, sin ningún temor, de llevarme conmigo mi equipo DSLR (una Nikon D750). Mi nueva compañera de viaje es es una Panasonic Lumix LX100, totalmente manual, que monta un Micro 4/3” de 13 megapíxeles, un sensor considerablemente grande para una compacta, y una óptica Leica con una luminosidad f/1.7 en posición angular. Adquirí este equipo a mediados del año pasado pero todavía no había tenido la oportunidad de ponerlo a prueba en diferentes situaciones y condiciones lumínicas y la verdad es que, como siempre, el sistema Lumix no decepciona, adaptándose perfectamente a mi manera de trabajar la fotografía, desde el disparo y captura, pasando por el revelado digital y el proceso de edición hasta llegar al acabado final.

La LX100 es una pequeña joya digital que te traslada a la experiencia de usar, de nuevo, un equipo analógico, ya que los diales de control de exposición y diafragma funcionan exactamente igual que en un equipo réflex analógico, de hecho, me recuerdan tanto, en uso como en posición, a los dispositivos de mi antigua Olympus OM-1 de 35 mm, con los diales de control en el cuerpo, y con los anillos de enfoque y diafragma en el mismo objetivo de la cámara.

Es increíble la evolución que han sufrido las cámaras compactas digitales en los últimos años, compitiendo sin tapujos con equipos fotográficos de más envergadura. No obstante hay que tener algo claro desde el principio, que la profesionalidad y la creatividad de un proyecto fotográfico no las marca, en absoluto, el equipo utilizado, sino la experiencia y la capacidad de exprimir al máximo las posibilidades de cada dispositivo por parte de quién pone el ojo, y 'la bala', en cada fotografía, bien sea con una réflex, una compacta o un smartphone, y que dichas posibilidades no están solo en el disparo en cámara, sino también, y me atrevería a decir que en mayor medida, en el proceso posterior de revelado y postproducción digital, indispensable para la obtención de un buen resultado en el archivo digital definitivo, y mucho más en el caso de que el acabado final sea impreso en papel.

Todas las imágenes que capturo con mis equipos fotográficos pasan por un revelado digital, siempre a partir del archivo RAW y un proceso de edición posterior en equipo informático correctamente calibrado, para llegar, en mi caso no a una copia de la realidad, sino al tipo de procesado que me gusta y que caracteriza mis acabados finales, en cuanto a nitidez, contraste, gama cromática, etc… Nunca he buscado plasmar o clonar un ambiente a través de mis fotografías, sino más bien recrearlos y reinventarlos tal cuál me los imagino después en mi cabeza, aunque ello suponga alejarme, visualmente, del origen de la imagen. Al fin y al cabo, como fotógrafo nunca me he sentido como un representante objetivo de la realidad, sino más bien como un imitador de la misma totalmente subjetivo.

Pero sea con pretendida objetividad, o con inevitable subjetividad, uno ha de conocer bien el equipo con el que trabaja y el proceso por el cuál va a pasar una imagen hasta llegar al acabado final. En el caso de mi Lumix LX100, sé que puede generar de manera directa un archivo de impresión de 30x40 cm a 300 ppp sin ningún problema, pero que con un buen proceso de revelado y postproducción se pueden alcanzar los 50x60 cm a la misma resolución sin perder prácticamente nitidez y calidad en la imagen. Sé también que, según sus especificaciones técnicas, puede alcanzar los 25.600 ISO, pero hay que entender bien como funciona el ISO en una cámara de este tipo, aunque calce un sensor Micro 4/3”, para aceptar que tras la 'barrera' de los 3.200 ISO (en película difícilmente hubieras encontrado un carrete por encima de esto) ya vas a empezar a tener problemas de ruido y por tanto, en el caso de que quieras unas buenas fotografías nocturnas, dentro de un entorno, como por ejemplo el que yo me he encontrado en la noche conquense, has de saber combinar otras funciones electrónicas como, por ejemplo, el estabilizador de imagen del que ya disponen casi todas las cámaras digitales hoy en día, con la capacidad de mantener un buen pulso en el disparo en ausencia de trípode. En el caso de las nocturnas de Cuenca que podéis ver en este post, el disparo (a pulso) en cámara oscila entre 1/4 y 1/15 de obturación, f/1.7 y f/2.8, y sin superar lo 400 ISO de sensibilidad, lo que me ha permitido, en postproducción, obtener un buen detalle y nitidez y poder sacar información de las zonas más oscuras sin tener problemas graves con el ruido, obteniendo archivos finales de impresión a un tamaño máximo de 50x60 cm, en el caso de las imágenes en proporción original y de 50x50 cm en el caso de las ‘instagramizadas’ en formato cuadrado, en ambos casos a una resolución de 300 ppp.

Y por saber, no estaría mal que los obsesos de los megapíxeles entendieran de una vez por todas, que 10 megapíxeles (por poner un número) en un sensor de 1 pulgada no tienen nada que ver con 10 megapíxeles en un sensor Micro 4/3" y mucho menos con 10 megapíxeles de un sensor fullframe, y que en aspectos tan importantes como el ruido en las zonas oscuras o en la capacidad de nitidez a sensibilidades altas, no es una cuestión de a ver quién la tiene más grande. Hay muchos factores que determinan el resultado de una buena fotografía más allá de la potencia y prestaciones del equipo utilizado para obtenerla, y lo más divertido de fotografiar es descubrirlos y exprimirlos al máximo.

PD. Hay quién alguna vez se ha sorprendido del hecho de que siga llevando conmigo una cámara, cuando, hoy en día, con el móvil se pueden hacer una fotos “que te cagas”. Bueno, no voy a ser yo quién ponga en tela de juicio las capacidades fotográficas de los smartphones de última generación, las cuáles reconozco en algunos de ellos (interesante la unión del todopoderoso chino Huawey y Leica) y se me quedan cortas en la gran mayoría de dispositivos que he podido probar, pero en este caso ya es una cuestión de como le gusta a uno sentir el placer de hacer ciertas cosas y hasta qué grado de satisfacción aspire. Los smartphones sirven hoy en día para prácticamente todo y seguirán evolucionando, quizás hasta el punto de que nos los injerten en un futuro directamente bajo la piel o en el mismo cerebro y acaben siendo un órgano más de nuestro cuerpo, o en el principal (casi, casi ya estamos ahí). Hasta entonces prefiero evitar la atrofia prematura de ciertos placeres sensoriales y otras funciones, más físicas, de mi cuerpo.

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